sábado, 5 de noviembre de 2011

Late


Dicen que el camino más fácil y corto es el menos provechoso.
Dicen que lo bueno dura poco.
Dicen que la dificultad la pondera uno mismo.
Creo que es verdad, pero con algunas sugerencias.
Siempre me gustó el camino más largo, peligroso y lleno de incertidumbre. La certeza no es lo mío, aunque muchas veces por necesidad uno traiciona este principio.
Que lo bueno dura poco...que idiotez magnífica. Todo depende de la limitación de uno y las ganas de abandonarse a eso. La vida es poco tiempo si la reducimos a una medida. Lo bueno es eterno porque permanece en el alma, sucede, provoca reacciones energéticas, químicas, físicas.
Pero...¿qué es lo bueno? Es todo aquello que nos hace sentir completo e iluminados, y que en realidad nunca lo tendremos de forma permanente, ni de manera literal, empírica o filosófica.
Es, existe, se percibe y es suficiente. Late.
El término bueno es otra pobre manera de calificar algo, lo hacemos porque nos enseñan a racionalizar, no a sentir, trasladando el mensaje a nuestros herederos, aportando al genocidio espiritual.
No confío en el tiempo, es la peor mentira inculcada que nos llena de límites y de miedos.
La ponderación muchas veces es inculcada de forma intencional en el inconciente por esta cultura occidental acomodaticia, chata, interesada y poco sensible. Pondero a medida que siento, y siento a medida que me acerco a la inocencia.
Mientras más me alejo de las realidades compartidas, heredadas y racionalmente éticas, más cerca de lo sublime y de mi propia iluminación me siento. No quiero reducir mis sentimientos a una acción. Quiero que la acción sea un sentimiento genuino, brotado desde lo más profundo de mi alma, de mi corazón y de mi espíritu.

No hay comentarios:

Publicar un comentario